Anoche, Puerto Real se llenó de arte con la actuación de David Palomar, que volvió a demostrar por qué es una de las voces más auténticas y poderosas del flamenco actual. Sobre el escenario no estuvo solo: el guitarrista Óscar Lago, la batería de Manuel Cabrales, la trompeta de Bruno Calvo Anillo, el bajo de Ismael Alcina y la percusión y coros de mi buen amigo Yona Luna, hicieron que cada tema brillara con fuerza y personalidad propia.
Cada uno de ellos aportó su talento y su energía, creando una complicidad sobre el escenario que el público supo disfrutar y agradecer con entusiasmo. Fue un concierto donde la música se transformó en emoción pura.
Como fotógrafo, mi misión en noches como esta es capturar no solo lo que ocurre bajo los focos, sino también lo que se respira en el ambiente. La fotografía de conciertos es un reto apasionante: luces que cambian a cada segundo, instantes fugaces que hay que atrapar en el momento exacto, gestos llenos de alma que suceden una sola vez. Ahí es donde mi cámara se convierte en testigo silencioso, transformando en imágenes lo que muchos sienten y pocos alcanzan a ver.
Este concierto de David Palomar en Puerto Real no solo fue música, fue magia, fue verdad. Y mi trabajo fue convertir esa verdad en memoria visual para que quienes lo vivieron —y también quienes no pudieron estar— lo conserven siempre en el recuerdo.
